Dentro del octavario por la unión de las Iglesias, organizado por el Centro ecuménico Lux Mundi y el Aula P. Arrupe se ha tenido en el Centro Arrupe de Málaga una conferencia impartida por el Rdo. D. Juan Antonio Ruiz Rodrigo, director de la Casa de Santiago en Jerusalén, con el título: “El conflicto en Tierra Santa y la llamada a la Paz”. El conferenciante enfocó la charla desde su experiencia en Jerusalén, intentando responder a la pregunta ¿Cómo vive un cristiano en Jerusalén en el momento actual? Y ¿Cómo está viviendo él mismo desde la casa de Santiago, un centro más de estudios bíblicos, que ha cumplido 68 años de presencia en Jerusalén, junto con otros muchos centros de estudios de exégesis bíblica? En Jerusalén se encuentra la École Biblique de los PP. Dominicos, el Pontificio Instituto Bíblico, la escuela bíblica de los PP. Franciscanos, así como otros muchos centros de estudio de los ortodoxos y evangélicos; deben tenerse en cuenta también las escuelas de estudios arqueológicos de las universidades israelíes.
Visto desde esta complejidad se comprende bien que la ciudad de Jerusalén sea un enclave especial para introducirse en el corazón de la Biblia, por su color, su paisaje, su perfume etc. Es aquí donde la “historia de la salvación” tiene una referencia completa, necesaria para estudiar la exégesis que como decía el P. Luis Alonso Schökel S.J. es un arte. A este propósito conto la anécdota de Schökel, cuando le preguntaron en una conferencia en California: ¿cuál era el mejor método de exégesis? Schökel no respondió, se levantó y se puso a tocar un piano que había en la sala, para indicar, como gesto profético, que la exégesis es un arte. En Jerusalén se encuentra siempre ese plus, así que no es lo mismo estudiar la Biblia en Jerusalén, que en cualquier otro sitio; Jerusalén será siempre la ciudad santa para judíos, cristianos y musulmanes.
En Jerusalén se encuentra el sepulcro vacío, una cueva con una mesa de piedra donde estuvo el cuerpo del Señor y muy cerca el recuerdo de otra cueva donde nació Jesús. Jerusalén ha sido el lugar de la búsqueda de los peregrinos de todos los tiempos, donde se vivía un ecumenismo espontáneo en medio de ese mosaico de confesiones cristianas, algunas tan antiguas como los armenios, que ocupan un barrio de la ciudad antigua y los luteranos que veneran la tumba del jardín, como el sepulcro de Cristo. El ecumenismo es una realidad vivida a veces en la misma familia. Así pues, se comprende el statu quo alrededor del Santo Sepulcro.
En cuanto a la situación actual todo es diferente después de que el 7 de octubre sonara el sonido de alarma, por la caída de 5.000 cohetes y la infiltración de palestinos armados. Es condenable el ciclo de violencia que no puede resolverse con la guerra entre dos partes muy radicalizadas y no cabe otro bando sino el de la paz. De lo contrario estaremos ante una causa constante de guerras y conflictos. La gran paradoja es el nombre de Jerusalén, “ciudad de la paz”; sobre esta ciudad lloró Jesús, llanto que merece ser meditado, pues tiene el valor de la compasión de Dios. El conferenciante, premio de Poesía mística Fernando Rielo termino recitando el soneto que había compuesto la noche de Navidad en medio del silencio de Belén.
Se tuvo un animado coloquio lo más destacado fue la afirmación de que se ha abierto una brecha, se ha perdido todo vínculo de unión. En palabras del Papa “la guerra es una derrota”, hay mucho odio y mucha xenofobia, los políticos están muy polarizados. ¿Qué podemos hacer? Trabajar por la paz; todo el pueblo de Israel no apoya la guerra, igualmente no todos los musulmanes son terroristas. El diálogo estaba en un punto positivo, desde el 8 de octubre cunde el pesimismo. El Papa Francisco todos los días conecta con la parroquia católica de Gaza, a pesar de que la guerra nos desaliente, recemos por la paz.